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La victoria de los judíos
Así que, el 7 de marzo,
los dos decretos del rey entraron en vigencia. Ese día, los enemigos de los judíos tenían la esperanza de dominarlos, pero ocurrió todo lo contrario. Fueron los judíos quienes dominaron a sus enemigos.
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Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey, para atacar a todo el que intentara hacerles daño; pero nadie pudo hacerles frente porque todos les tenían miedo.
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Además, todos los nobles de las provincias, los funcionarios de más alta posición, los gobernadores y los funcionarios reales ayudaron a los judíos por temor a Mardoqueo.
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Pues a Mardoqueo lo habían ascendido a un alto cargo en el palacio del rey, y su fama se extendía por todas las provincias a medida que se hacía más y más poderoso.
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Así que, el día señalado, los judíos hirieron de muerte a sus enemigos a filo de espada. Mataron y aniquilaron a sus enemigos e hicieron lo que quisieron con quienes los odiaban.
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En la propia fortaleza de Susa, los judíos mataron a quinientos hombres.
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También mataron a Parsandata, a Dalfón, a Aspata,
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a Porata, a Adalía, a Aridata,
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a Parmasta, a Arisai, a Aridai y a Vaizata:
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los diez hijos de Amán, hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos; pero no se quedaron con ninguna de sus pertenencias.
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Ese mismo día, cuando se le informó al rey el número de muertos en la fortaleza de Susa,
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hizo llamar a la reina Ester y le dijo:
—Los judíos mataron a quinientos hombres solo en la fortaleza de Susa, además de los diez hijos de Amán. Si aquí hicieron eso, ¿qué habrá pasado en el resto de las provincias? Ahora bien, ¿qué más quieres? Te será concedido; dímelo y lo haré.