2
La obediencia al rey
Obedece al rey porque lo juraste ante Dios.
3
No trates de evitar cumplir con tu deber ni te juntes con los que conspiran maldad, porque el rey puede hacer lo que se le antoje.
4
Sus órdenes tienen el respaldo de su gran poder. Nadie puede oponerse ni cuestionarlas.
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Quienes lo obedezcan no serán castigados. Los sabios encontrarán el momento y la forma de hacer lo correcto,
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pues hay un tiempo y un modo para cada cosa, incluso cuando uno está en apuros.
7
Además, ¿cómo puede uno evitar lo que no sabe que está por suceder?
8
Nadie puede retener su espíritu y evitar que se marche. Nadie tiene el poder de impedir el día de su muerte. No hay forma de escapar de esa cita obligatoria: esa batalla oscura. Y al enfrentarse con la muerte, la maldad no rescatará al malvado.
9
El malvado y el justo
He reflexionado mucho acerca de todo lo que ocurre bajo el sol, donde las personas tienen poder para herirse unas a otras.
10
He visto que hay malvados que reciben honores en su entierro. Sin embargo, eran los mismos que frecuentaban el templo, ¡y hoy se les alaba
en la misma ciudad donde cometieron sus delitos! Eso tampoco tiene sentido.
11
Cuando no se castiga enseguida un delito, la gente siente que no hay peligro en cometer maldades.
12
Sin embargo, aunque una persona peque cien veces y siga gozando de muchos años de vida, yo sé que les irá mejor a los que temen a Dios.