12
Así que llegué a la conclusión de que no hay nada mejor que alegrarse y disfrutar de la vida mientras podamos.
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Además, la gente debería comer, beber y aprovechar el fruto de su trabajo, porque son regalos de Dios.
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También sé que todo lo que Dios hace es definitivo. No se le puede agregar ni quitar nada. El propósito de Dios es que el ser humano le tema.
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Los sucesos del presente ya ocurrieron en el pasado, y lo que sucederá en el futuro ya ocurrió antes, porque Dios hace que las mismas cosas se repitan una y otra vez.
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Las injusticias de la vida
También noté que, bajo el sol, la maldad está presente en el juzgado. Sí, ¡hasta en los tribunales de justicia hay corrupción!
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Me dije: «A su debido tiempo, Dios juzgará a todos, tanto a los malos como a los buenos, por cada cosa que hayan hecho».
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También reflexioné acerca de la condición humana, sobre cómo Dios les hace ver a los seres humanos que son como los animales.
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Pues tanto las personas como los animales tienen el mismo destino: ambos respiran
y ambos mueren. Así que las personas no tienen una verdadera ventaja sobre los animales. ¡Qué absurdo!
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Ambos terminan en el mismo lugar: del polvo vienen y al polvo vuelven.
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Pues, ¿quién puede demostrar que el espíritu humano va hacia arriba y el espíritu de los animales desciende al fondo de la tierra?
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Entonces me di cuenta de que no hay nada mejor para la gente que ser feliz con su trabajo. ¡Para eso estamos en este mundo! Nadie nos traerá de la muerte para que disfrutemos de la vida después de que hayamos muerto.