18
»Luego me postré hasta el suelo delante del Señor
y estuve allí otros cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, debido al pecado tan grande que ustedes habían cometido al hacer lo que el Señor
odiaba, con lo cual provocaron su enojo.
19
Tuve miedo de que ese enojo tan intenso del Señor
, que lo volvió en contra de ustedes, lo llevara a destruirlos; pero una vez más, él me escuchó.
20
El Señor
estaba tan enojado con Aarón que también quería destruirlo a él; pero oré por Aarón, y el Señor
le perdonó la vida.
21
Así que tomé el pecado de ustedes —o sea, el becerro que habían hecho—, lo derretí en el fuego y luego lo molí hasta que quedó hecho polvo, y después lo arrojé en el arroyo que baja del monte.
22
»Ustedes también hicieron enojar al Señor
en Taberá,
en Masá
y en Kibrot-hataava.
23
Además, en Cades-barnea, el Señor
les ordenó que salieran, diciendo: “Suban y tomen la tierra que les he dado”. Pero ustedes se rebelaron contra la orden del Señor
su Dios y se negaron a confiar en él y a obedecerlo.
24
Así es, vienen rebelándose contra el Señor
desde que los conozco.
25
»Por esa razón, me postré hasta el suelo delante del Señor
y estuve allí durante cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor
dijo que iba a destruirlos.
26
Oré al Señor
y dije: “Oh Señor
Soberano, no los destruyas; son tu propio pueblo. Son tu posesión más preciada, los que redimiste de Egipto con tu gran poder y tu mano fuerte.
27
Te ruego que no les tomes en cuenta su terquedad ni su terrible pecado, y que recuerdes, en cambio, a tus siervos Abraham, Isaac y Jacob.
28
Si tú destruyes a este pueblo, los egipcios van a decir: ‘Los israelitas murieron porque el Señor
no pudo llevarlos a la tierra que había prometido darles’. O también podrían decir: ‘Los destruyó porque los odiaba; los llevó al desierto a propósito para aniquilarlos’.
29
Pero los israelitas son tu pueblo y tu posesión más preciada, los que sacaste de Egipto con tu gran fuerza y tu brazo poderoso”.