11
»Pasados los cuarenta días y las cuarenta noches, el Señor
me entregó las dos tablas de piedra grabadas con las palabras del pacto.
12
Luego el Señor
me dijo: “¡Levántate! Baja enseguida, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. ¡Qué pronto se apartaron de la forma en que les ordené que vivieran! ¡Fundieron oro y se hicieron un ídolo!”.
13
»El Señor
también me dijo: “He visto lo terco y lo rebelde que es este pueblo.
14
Quítate del medio, para que lo destruya y borre su nombre de la faz de la tierra. Luego haré una nación poderosa con tus descendientes, una nación más fuerte y numerosa que esta gente”.
15
»Así que, mientras el monte seguía ardiendo en llamas, di la vuelta y comencé a bajar; en las manos llevaba las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto.
16
Abajo, ante mis ojos, pude ver que ustedes habían pecado contra el Señor
su Dios. Habían fundido oro y se habían hecho un becerro. ¡Qué pronto se apartaron del camino que el Señor
les había ordenado seguir!
17
Entonces tomé las tablas de piedra y las tiré al suelo, y se partieron en pedazos a la vista de todos.
18
»Luego me postré hasta el suelo delante del Señor
y estuve allí otros cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, debido al pecado tan grande que ustedes habían cometido al hacer lo que el Señor
odiaba, con lo cual provocaron su enojo.
19
Tuve miedo de que ese enojo tan intenso del Señor
, que lo volvió en contra de ustedes, lo llevara a destruirlos; pero una vez más, él me escuchó.
20
El Señor
estaba tan enojado con Aarón que también quería destruirlo a él; pero oré por Aarón, y el Señor
le perdonó la vida.
21
Así que tomé el pecado de ustedes —o sea, el becerro que habían hecho—, lo derretí en el fuego y luego lo molí hasta que quedó hecho polvo, y después lo arrojé en el arroyo que baja del monte.