1
Los diez mandamientos para el pueblo del pacto
Moisés reunió a todo el pueblo de Israel y dijo: «¡Escucha con atención, Israel! Oye los decretos y las ordenanzas que te entrego hoy, ¡para que los aprendas y los obedezcas!
2
»El Señor
nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en el monte Sinaí.
3
El Señor
no hizo ese pacto con nuestros antepasados sino con nosotros, los que vivimos hoy.
4
En el monte, el Señor
te habló cara a cara desde en medio del fuego.
5
Yo serví de intermediario entre tú y el Señor
, porque tenías miedo del fuego y no quisiste acercarte al monte. Él me habló a mí, y yo te trasmití sus palabras. Me dijo lo siguiente:
6
»Yo soy el Señor
tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo.
7
»No tengas ningún otro dios aparte de mí.
8
»No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar.
9
No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el Señor
tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación.
10
Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los
que me aman y obedecen mis mandatos.
11
»No hagas mal uso del nombre del Señor
tu Dios. El Señor
no te dejará sin castigo si usas mal su nombre.
12
»Guarda el día de descanso
al mantenerlo santo, tal como te lo ordenó el Señor
tu Dios.
13
Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual,
14
pero el séptimo día es de descanso y está dedicado al Señor
tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, tus siervos y siervas, tus bueyes, burros y demás animales, y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes. Todos tus criados y criadas deberán descansar igual que tú.
15
Recuerda que tú también fuiste esclavo en Egipto y que el Señor
tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo poderoso. Por esa razón, el Señor
tu Dios te ordenó descansar el séptimo día.