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Ellos te prestarán dinero, pero tú no tendrás para prestarles a ellos. ¡Ellos serán la cabeza y tú serás la cola!
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»Si te niegas a escuchar al Señor
tu Dios y a obedecer los mandatos y los decretos que él te ha dado, todas esas maldiciones te perseguirán y te alcanzarán hasta que quedes destruido.
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Esos horrores serán una señal de advertencia permanente para ti y tus descendientes.
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Si no sirves al Señor
tu Dios con alegría y entusiasmo por la gran cantidad de beneficios que has recibido,
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servirás a los enemigos que el Señor
enviará contra ti. Pasarás hambre y sed, andarás desnudo y carente de todo. El Señor
te pondrá sobre el cuello un yugo de hierro que te oprimirá severamente hasta destruirte.
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»Desde un extremo de la tierra, el Señor
traerá contra ti a una nación lejana que te caerá encima como un buitre en picada. Es una nación que habla un idioma que tú no comprendes,
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un pueblo cruel y feroz que no muestra respeto por los ancianos ni piedad por los niños.
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Sus ejércitos devorarán tus animales y tus cultivos, y tú quedarás destruido. No dejarán ninguna clase de grano, ni vino nuevo, ni aceite de oliva, ni terneros, ni corderos, y te morirás de hambre.
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Atacarán tus ciudades hasta derribar todas las murallas fortificadas de tu territorio, esos muros en los que confiabas para protegerte. Atacarán todas las ciudades de la tierra que el Señor
tu Dios te ha dado.
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»El estado de sitio y la terrible aflicción del ataque enemigo serán tan insoportables que terminarás comiéndote la carne de tus propios hijos e hijas, aquellos que el Señor
tu Dios te dio.
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El más tierno y compasivo de tus hombres no tendrá piedad de su propio hermano ni de su amada esposa ni de sus hijos sobrevivientes.