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»Entonces pasamos de largo el territorio de nuestros parientes, los descendientes de Esaú, que viven en Seir. Evitamos el camino que pasa por el valle del Arabá, que sube desde Elat y Ezión-geber.
»Luego, cuando nos dirigimos hacia el norte por la ruta del desierto que atraviesa a Moab,
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el Señor
nos advirtió: “No molesten a los moabitas, descendientes de Lot, ni comiencen una guerra contra ellos. A los moabitas les he dado la ciudad de Ar como propiedad y a ustedes no les daré nada de su tierra”».
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(Una raza de gigantes conocida como los emitas vivió en una época en la región de Ar. Eran tan fuertes, altos y numerosos como los anaceos, otra raza de gigantes.
11
A los emitas y a los anaceos también se les conoce como refaítas, aunque los moabitas los llaman emitas.
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Antiguamente los horeos vivían en Seir, pero fueron expulsados y desplazados de esa tierra por los descendientes de Esaú, de la misma manera que Israel expulsó a los habitantes de Canaán cuando el Señor
le dio la tierra de ellos).
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Moisés siguió diciendo: «Entonces el Señor
nos dijo: “Pónganse en marcha. Crucen el arroyo Zered”. Así que cruzamos el arroyo.
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»¡Treinta y ocho años pasaron desde que partimos por primera vez de Cades-barnea hasta que cruzamos finalmente el arroyo Zered! Para entonces, todos los hombres con edad suficiente para ir a la guerra habían muerto en el desierto, tal como el Señor
juró que sucedería.
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El Señor
los hirió hasta que todos quedaron eliminados de la comunidad.
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»Cuando todos los hombres con edad para ir a la guerra murieron,
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el Señor
me dijo:
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“Hoy cruzarán la frontera con Moab por la ciudad de Ar