6
»Supongamos que un levita decide dejar su ciudad en Israel, sea cual fuere la ciudad, para mudarse al lugar de adoración que el Señor
elija.
7
Podrá servir allí en nombre del Señor
su Dios, igual que sus hermanos levitas que ya estén sirviendo al Señor
en ese lugar,
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y podrá comer su porción de los sacrificios y las ofrendas, aun cuando también reciba sustento de su familia.
9
Un llamado a una vida santa
»Cuando entres en la tierra que el Señor
tu Dios te da, ten mucho cuidado de no imitar las costumbres detestables de las naciones que viven allí.
10
Por ejemplo, jamás sacrifiques a tu hijo o a tu hija como una ofrenda quemada.
Tampoco permitas que el pueblo practique la adivinación, ni la hechicería, ni que haga interpretación de agüeros, ni se mezcle en brujerías,
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ni haga conjuros; tampoco permitas que alguien se preste a actuar como médium o vidente, ni que invoque el espíritu de los muertos.
12
Cualquiera que practique esas cosas es detestable a los ojos del Señor
. Precisamente porque las otras naciones hicieron esas cosas detestables, el Señor
tu Dios las expulsará de tu paso.
13
Sin embargo, tú debes ser intachable delante del Señor
tu Dios.
14
Las naciones que estás por desplazar consultan a los adivinos y a los hechiceros, pero el Señor
tu Dios te prohíbe hacer esas cosas».
15
Profetas verdaderos y profetas falsos
Moisés siguió diciendo: «El Señor
su Dios les levantará un profeta como yo de entre sus hermanos israelitas. A él tendrán que escucharlo,
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pues eso fue lo que ustedes le pidieron al Señor
su Dios cuando estaban reunidos al pie del monte Sinaí.
Dijeron: “No queremos oír nunca más la voz del Señor
nuestro Dios ni ver este fuego ardiente, porque moriremos”.