21
»No comas nada que haya muerto de muerte natural. En todo caso, puedes dárselo a algún extranjero que viva en tu ciudad o vendérselo a un desconocido. Pero tú no lo comas, porque eres un pueblo santo, separado para el Señor
tu Dios.
»No cocines a un cabrito en la leche de su madre.
22
La entrega de los diezmos
»Deberás separar el diezmo de tus cosechas, es decir, la décima parte de todo lo que coseches cada año.
23
Lleva ese diezmo al lugar de adoración designado —el lugar que el Señor
tu Dios elija para que su nombre sea honrado— y cómelo allí, en su presencia. Lo harás así con el diezmo de tus granos, tu vino nuevo, tu aceite de oliva y los machos de las primeras crías de tus rebaños y manadas. Esta práctica te enseñará a temer siempre al Señor
tu Dios.
24
»Ahora bien, cuando el Señor
tu Dios te bendiga con una buena cosecha, podría suceder que el lugar de adoración que él elija para que su nombre sea honrado te quede demasiado lejos para llevar tu diezmo.
25
En ese caso, puedes vender esa décima parte de tus cosechas y manadas, poner el dinero en una bolsa y dirigirte al lugar que el Señor
tu Dios haya elegido.
26
Cuando llegues, podrás usar el dinero para comprar cualquier clase de alimento que desees: ganado, ovejas, cabras, vino u otra bebida alcohólica. Luego comerás hasta quedar satisfecho en la presencia del Señor
tu Dios y celebrarás con todos los de tu casa.
27
No descuides a los levitas de tu ciudad, porque ellos no van a recibir ninguna asignación de tierra como las demás tribus.
28
»Al final de cada tercer año, lleva todo el diezmo de la cosecha de ese año a la ciudad más cercana y almacénalo allí.
29
Dáselo a los levitas —quienes no recibirán ninguna asignación de tierra como las demás tribus— y también a los extranjeros que vivan en medio de ti, a los huérfanos y a las viudas de tus ciudades, para que coman y se sacien. Entonces el Señor
tu Dios te bendecirá en todo tu trabajo.