10
»En cuanto a mí, yo me quedé en el monte y en la presencia del Señor
durante cuarenta días y cuarenta noches como lo había hecho la primera vez. Y nuevamente el Señor
escuchó mis ruegos y accedió a no destruirlos a ustedes.
11
Luego el Señor
me dijo: “Levántate, ponte en marcha de nuevo y guía al pueblo para que tome posesión de la tierra que juré dar a sus antepasados”.
12
Un llamado al amor y a la obediencia
»Y ahora, Israel, ¿qué requiere el Señor
tu Dios de ti? Solo requiere que temas al Señor
tu Dios, que vivas de la manera que le agrada y que lo ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma.
13
Debes obedecer siempre los mandatos y los decretos del Señor
que te entrego hoy para tu propio bien.
14
»Mira, los cielos más altos, y la tierra y todo lo que hay en ella pertenecen al Señor
tu Dios.
15
Sin embargo, el Señor
eligió a tus antepasados para darles su amor. Y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todas las naciones, como se ve hoy.
16
Así que cambia la actitud de tu corazón
y deja de ser terco.
17
»Pues el Señor
tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores. Él es el gran Dios, poderoso e imponente, que no muestra parcialidad y no acepta sobornos.
18
Se asegura que los huérfanos y las viudas reciban justicia. Les demuestra amor a los extranjeros que viven en medio de ti y les da ropa y alimentos.
19
Así que tú también tienes que demostrar amor a los extranjeros porque tú mismo una vez fuiste extranjero en la tierra de Egipto.
20
Tienes que temer al Señor
tu Dios, adorarlo y aferrarte a él. Cuando hagas juramentos, que sean solo en su nombre.
21
Sólo él es tu Dios, el único digno de tu alabanza, el que ha hecho los milagros poderosos que viste con tus propios ojos.
22
Cuando tus antepasados llegaron a Egipto, eran solamente setenta personas. ¡Pero ahora el Señor
tu Dios te ha vuelto tan numeroso como las estrellas del cielo!