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Sin embargo, cuarenta años después de que los israelitas salieron de Egipto, el primer día del mes once,
Moisés le habló al pueblo de Israel acerca de todo lo que el Señor
le había ordenado que dijera.
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Ese hecho ocurrió luego de derrotar a Sehón, rey de los amorreos, quien gobernaba en Hesbón, y a Og, rey de Basán, quien gobernaba en Astarot y en Edrei.
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Mientras los israelitas estaban en la tierra de Moab, al oriente del río Jordán, Moisés les explicó con mucho cuidado las siguientes instrucciones que el Señor
había dado:
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La orden de dejar el Sinaí
«Cuando estábamos en el monte Sinaí, el Señor
nuestro Dios nos dijo: “Ya pasaron bastante tiempo en este monte.
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Es hora de levantar el campamento y seguir adelante. Vayan al territorio montañoso de los amorreos y a todas las regiones vecinas: el valle del Jordán, la zona montañosa, las colinas occidentales,
el Neguev y la llanura costera. Vayan a la tierra de los cananeos y al Líbano, y avancen hasta el gran río Éufrates.
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¡Miren, les doy toda esta tierra! Entren y tomen posesión de ella, porque es la tierra que el Señor
juró dar a sus antepasados —Abraham, Isaac y Jacob— y a todos los descendientes de ellos”».
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Moisés nombra líderes de cada tribu
Moisés siguió diciendo: «En aquel tiempo, les dije: “Ustedes son una carga demasiado pesada para sobrellevarla yo solo.
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El Señor
su Dios los ha aumentado en cantidad, ¡son tan numerosos como las estrellas!
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¡Que el Señor
, Dios de sus antepasados, los multiplique mil veces más y los bendiga tal como lo prometió!
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¡Pero ustedes son demasiado peso para llevar! ¿Cómo puedo lidiar con tantos problemas y discusiones entre ustedes?
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Elijan a hombres bien respetados de cada tribu, conocidos por su sabiduría y entendimiento, y yo los nombraré líderes de ustedes”.
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»Y ustedes respondieron: “Es una buena idea”.
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Así que tomé a esos hombres sabios y respetados que ustedes habían elegido de sus respectivas tribus y los designé para que fueran jueces y funcionarios sobre ustedes. Algunos estuvieron a cargo de mil personas; otros, de cien; otros, de cincuenta; y otros, de diez.
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»En aquel tiempo, les di a los jueces las siguientes instrucciones: “Ocúpense de oír todos los casos de sus hermanos israelitas y también los de los extranjeros que viven entre ustedes. Sean totalmente justos en las decisiones que tomen
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e imparciales en sus juicios. Atiendan los casos tanto de los pobres como de los ricos. No se acobarden ante el enojo de nadie, porque la decisión que ustedes tomen será la decisión de Dios. Tráiganme a mí los casos que les resulten demasiado difíciles, y yo me ocuparé de ellos”.
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»En aquel tiempo, les di instrucciones a ustedes acerca de todo lo que tenían que hacer.
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Exploración de la Tierra Prometida
»Entonces, tal como el Señor
nuestro Dios nos ordenó, partimos del monte Sinaí y cruzamos el inmenso y terrible desierto, como seguramente ustedes recuerdan, y nos dirigimos hacia el territorio montañoso de los amorreos. Al llegar a Cades-barnea,
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les dije: “Han llegado al territorio montañoso de los amorreos, el cual el Señor
nuestro Dios nos da.
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¡Miren! El Señor
ha puesto esta tierra delante de ustedes. Vayan y tomen posesión de ella como les dijo el Señor
en su promesa, el Dios de sus antepasados. ¡No tengan miedo ni se desanimen!”.
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»Sin embargo, todos ustedes se acercaron y me dijeron: “Primero enviemos espías a que exploren la tierra por nosotros. Ellos nos aconsejarán cuál es la mejor ruta para tomar y en qué aldeas entrar”.
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»Me pareció una buena idea, así que elegí a doce espías, uno de cada tribu.