3
Aunque se escondan en la cumbre del monte Carmelo,
allí los buscaré y los capturaré.
Aunque se oculten en el fondo del océano,
enviaré tras ellos a la serpiente marina para que los muerda.
4
Aunque sus enemigos los lleven al destierro,
ordenaré a la espada que allí los mate.
Estoy decidido a traerles desastre
y no a ayudarlos».
5
El Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
toca la tierra y esta se derrite,
y todos sus habitantes lloran.
La tierra sube como el río Nilo en tiempo de inundaciones,
y luego vuelve a hundirse.
6
El hogar del Señor
llega hasta los cielos,
mientras que sus cimientos están en la tierra.
Él levanta agua de los océanos
y la vierte como lluvia sobre la tierra.
¡El Señor
es su nombre!
7
«Israelitas, ¿son ustedes más importantes para mí
que los etíopes?
—pregunta el Señor
—.
Saqué a Israel de Egipto,
pero también traje a los filisteos de Creta
y a los arameos de Kir.
8
»Yo, el Señor
Soberano,
estoy vigilando a esta nación pecaminosa de Israel
y la destruiré
de la faz de la tierra.
Sin embargo, nunca destruiré por completo a la familia de Israel
—dice el Señor
—.
9
Pues daré la orden
y sacudiré a Israel junto con las demás naciones
como se sacude el grano en un cernidor,
sin embargo, ningún grano verdadero se perderá.
10
En cambio, todos los pecadores morirán a filo de espada,
esos que dicen: “Nada malo nos sucederá”.
11
Promesa de restauración
»En aquel día restauraré la casa caída
de David.
Repararé sus muros dañados.
De las ruinas, la reedificaré
y restauraré su gloria anterior.
12
Israel poseerá lo que quede de Edom
y todas las naciones que he llamado a ser mías».
El Señor
ha hablado
y cumplirá estas cosas.
13
«Llegará el día —dice el Señor
—
en el que el grano y las uvas crecerán más rápido
de lo que puedan ser cosechados.
¡Entonces los viñedos en las terrazas de las colinas de Israel
destilarán vino dulce!