3
El Señor
Soberano dice:
«Cuando una ciudad mande a mil hombres a la guerra,
solo volverán cien.
Cuando un pueblo envíe a cien,
solo diez regresarán vivos».
4
Ahora bien, esto es lo que el Señor
dice a la familia de Israel:
«¡Vuelvan a buscarme y vivan!
5
No adoren en los altares paganos en Betel;
no vayan a los altares en Gilgal ni en Beerseba.
Pues el pueblo de Gilgal será arrastrado al destierro
y el pueblo de Betel será reducido a nada».
6
¡Vuelvan a buscar al Señor
y vivan!
De lo contrario, él pasará por Israel
como un fuego
y los devorará completamente.
Sus dioses en Betel
no serán capaces de apagar las llamas.
7
Ustedes tuercen la justicia y la convierten en trago amargo para el oprimido.
Tratan al justo como basura.
8
Es el Señor
quien creó las estrellas,
las Pléyades y el Orión.
Él transforma la oscuridad en luz
y el día en noche.
Él levanta agua de los océanos
y la vierte como lluvia sobre la tierra.
¡El Señor
es su nombre!
9
Con poder y deslumbrante velocidad destruye a los poderosos
y aplasta todas sus defensas.
10
¡Cómo odian ustedes a los jueces honestos!
¡Cómo desprecian a los que dicen la verdad!
11
Pisotean a los pobres,
robándoles el grano con impuestos y rentas injustas.
Por lo tanto, aunque construyan hermosas casas de piedra,
nunca vivirán en ellas.
Aunque planten viñedos exuberantes,
nunca beberán su vino.
12
Pues yo conozco la enorme cantidad de sus pecados
y la profundidad de sus rebeliones.
Ustedes oprimen a los buenos al aceptar sobornos
y privan al pobre de la justicia en los tribunales.
13
Así que los que son listos permanecerán con la boca cerrada,
porque es un tiempo malo.