8
Al llegar a la gran roca de Gabaón, Amasa les salió al encuentro. Joab llevaba puesta su túnica militar con una daga sujeta a su cinturón. Cuando dio un paso al frente para saludar a Amasa, sacó la daga de su vaina.
9
«¿Cómo estás, primo mío?», dijo Joab, y con la mano derecha lo tomó por la barba como si fuera a besarlo.
10
Amasa no se dio cuenta de la daga que tenía en la mano izquierda, y Joab se la clavó en el estómago, de manera que sus entrañas se derramaron por el suelo. Joab no necesitó volver a apuñalarlo, y Amasa pronto murió. Joab y su hermano Abisai lo dejaron tirado allí y siguieron en busca de Seba.
11
Uno de los jóvenes de Joab les gritó a las tropas de Amasa: «Si están a favor de Joab y David, vengan y sigan a Joab».
12
Pero como Amasa yacía bañado en su propia sangre en medio del camino, y el hombre de Joab vio que todos se detenían para verlo, lo arrastró fuera del camino hasta el campo y le echó un manto encima.
13
Con el cuerpo de Amasa quitado de en medio, todos continuaron con Joab a capturar a Seba, hijo de Bicri.
14
Mientras tanto, Seba recorría todas las tribus de Israel y finalmente llegó a la ciudad de Abel-bet-maaca. Todos los miembros de su propio clan, los bicritas,
se reunieron para la batalla y lo siguieron a la ciudad.
15
Cuando llegaron las fuerzas de Joab, atacaron Abel-bet-maaca. Construyeron una rampa de asalto contra las fortificaciones de la ciudad y comenzaron a derribar la muralla.
16
Pero una mujer sabia de la ciudad llamó a Joab y le dijo:
—Escúcheme, Joab. Venga aquí para que pueda hablar con usted.
17
Cuando Joab se acercó, la mujer le preguntó:
—¿Es usted Joab?
—Sí, soy yo —le respondió.
Entonces ella dijo:
—Escuche atentamente a su sierva.
—Estoy atento —le dijo.
18
Así que ella continuó:
—Había un dicho que decía: “Si quieres resolver una disputa, pide consejo en la ciudad de Abel”.