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Ese no es mi propósito. Lo único que quiero es capturar a un hombre llamado Seba, hijo de Bicri, de la zona montañosa de Efraín, quien se rebeló contra el rey David. Si ustedes me entregan a ese hombre, dejaré a la ciudad en paz.
—Muy bien —respondió la mujer—, arrojaremos su cabeza sobre la muralla.
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Enseguida la mujer se dirigió a todo el pueblo con su sabio consejo, y le cortaron la cabeza a Seba y se la arrojaron a Joab. Así que Joab tocó el cuerno de carnero, llamó a sus tropas y se retiraron del ataque. Todos volvieron a sus casas y Joab regresó a Jerusalén para encontrarse con el rey.
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Ahora bien, Joab era el comandante del ejército de Israel; Benaía, hijo de Joiada, era el capitán de la escolta del rey.
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Adoniram
estaba a cargo de los trabajadores; Josafat, hijo de Ahilud, era el historiador real.
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Seva era el secretario de la corte; Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes,
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e Ira, un descendiente de Jair, era el sacerdote personal de David.