14
Mientras tanto, Seba recorría todas las tribus de Israel y finalmente llegó a la ciudad de Abel-bet-maaca. Todos los miembros de su propio clan, los bicritas,
se reunieron para la batalla y lo siguieron a la ciudad.
15
Cuando llegaron las fuerzas de Joab, atacaron Abel-bet-maaca. Construyeron una rampa de asalto contra las fortificaciones de la ciudad y comenzaron a derribar la muralla.
16
Pero una mujer sabia de la ciudad llamó a Joab y le dijo:
—Escúcheme, Joab. Venga aquí para que pueda hablar con usted.
17
Cuando Joab se acercó, la mujer le preguntó:
—¿Es usted Joab?
—Sí, soy yo —le respondió.
Entonces ella dijo:
—Escuche atentamente a su sierva.
—Estoy atento —le dijo.
18
Así que ella continuó:
—Había un dicho que decía: “Si quieres resolver una disputa, pide consejo en la ciudad de Abel”.
19
Soy alguien que ama la paz y que es fiel en Israel, pero usted está por destruir una ciudad importante de Israel.
¿Por qué quiere devorar lo que le pertenece al Señor
?
20
Joab contestó:
—¡Créame, no quiero devorar ni destruir su ciudad!
21
Ese no es mi propósito. Lo único que quiero es capturar a un hombre llamado Seba, hijo de Bicri, de la zona montañosa de Efraín, quien se rebeló contra el rey David. Si ustedes me entregan a ese hombre, dejaré a la ciudad en paz.
—Muy bien —respondió la mujer—, arrojaremos su cabeza sobre la muralla.
22
Enseguida la mujer se dirigió a todo el pueblo con su sabio consejo, y le cortaron la cabeza a Seba y se la arrojaron a Joab. Así que Joab tocó el cuerno de carnero, llamó a sus tropas y se retiraron del ataque. Todos volvieron a sus casas y Joab regresó a Jerusalén para encontrarse con el rey.
23
Ahora bien, Joab era el comandante del ejército de Israel; Benaía, hijo de Joiada, era el capitán de la escolta del rey.
24
Adoniram
estaba a cargo de los trabajadores; Josafat, hijo de Ahilud, era el historiador real.
25
Seva era el secretario de la corte; Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes,
26
e Ira, un descendiente de Jair, era el sacerdote personal de David.