25
—¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset? —le preguntó el rey.
26
Mefiboset contestó:
—Mi señor el rey, mi siervo Siba me engañó. Le dije: “Ensilla mi burro
para que pueda ir con el rey”. Pues como usted sabe, soy lisiado.
27
Siba me calumnió cuando dijo que me negué a venir. Pero sé que mi señor el rey es como un ángel de Dios, así que haga como mejor le parezca.
28
Todos mis parientes y yo solo podíamos esperar la muerte de su parte, mi señor, ¡pero en cambio me honró al permitirme comer a su propia mesa! ¿Qué más puedo pedir?
29
—Ya dijiste suficiente —respondió David—. He decidido que tú y Siba se dividan tu tierra en partes iguales.
30
—Désela toda a él —dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya vuelto a salvo, mi señor el rey!
31
Bondad de David con Barzilai
Barzilai de Galaad había descendido de Rogelim para escoltar al rey a cruzar el Jordán.
32
Él era muy anciano, tenía unos ochenta años, y era muy rico. Él fue quien proveyó el alimento para el rey durante el tiempo que pasó en Mahanaim.
33
—Cruza el río conmigo y quédate a vivir en Jerusalén —le dijo el rey a Barzilai—. Y allí me haré cargo de ti.
34
—No —le respondió—, soy demasiado viejo para ir con el rey a Jerusalén.
35
Ahora tengo ochenta años de edad, y ya no puedo disfrutar de nada. La comida y el vino ya no tienen sabor, tampoco puedo oír las voces de los cantantes. Sería nada más una carga para mi señor el rey.