11
Entonces David les dijo a Abisai y a sus sirvientes:
—Mi propio hijo quiere matarme, ¿acaso no tiene este pariente de Saúl
todavía más motivos para hacerlo? Déjenlo en paz y permítanle que maldiga, porque el Señor
le dijo que lo hiciera.
12
Y tal vez el Señor
vea con cuánta injusticia me han tratado y me bendiga a causa de estas maldiciones que sufrí hoy.
13
Así que David y sus hombres continuaron por el camino, y Simei les seguía el paso desde un cerro cercano, maldiciendo mientras caminaba, tirándole piedras a David y arrojando polvo al aire.
14
El rey y todos lo que estaban con él se fatigaron en el camino, así que descansaron cuando llegaron al río Jordán.
15
Ahitofel aconseja a Absalón
Mientras tanto, Absalón y todo el ejército de Israel llegaron a Jerusalén acompañados por Ahitofel.
16
Cuando llegó Husai el arquita, el amigo de David, enseguida fue a ver a Absalón.
—¡Viva el rey! —exclamó—. ¡Viva el rey!
17
—¿Es esta la forma en que tratas a tu amigo David? —le preguntó Absalón—. ¿Por qué no estás con él?
18
—Estoy aquí porque le pertenezco al hombre que fue escogido por el Señor
y por todos los hombres de Israel —le respondió Husai—.
19
De todos modos, ¿por qué no te serviré? Así como fui el consejero de tu padre, ¡ahora seré tu consejero!
20
Después Absalón se volvió a Ahitofel y le preguntó:
—¿Qué debo hacer ahora?
21
—Ve y acuéstate con las concubinas de tu padre —contestó Ahitofel—, porque él las dejó aquí para que cuidaran el palacio. Entonces todo Israel sabrá que has insultado a tu padre más allá de toda esperanza de reconciliación, y el pueblo te dará su apoyo.