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Absalón llevó consigo a doscientos hombres de Jerusalén como invitados, pero ellos no sabían nada de sus intenciones.
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Mientras Absalón ofrecía los sacrificios, mandó a buscar a Ahitofel, uno de los consejeros de David que vivía en Gilo. En poco tiempo muchos más se unieron a Absalón, y la conspiración cobró fuerza.
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David escapa de Jerusalén
Pronto llegó un mensajero a Jerusalén para decirle a David: «¡Todo Israel se ha unido a Absalón en una conspiración en su contra!».
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—Entonces debemos huir de inmediato, ¡si no será muy tarde! —David dijo a sus hombres—. ¡Apresúrense! Si salimos de Jerusalén antes de que llegue Absalón, tanto nosotros como la ciudad nos salvaremos del desastre.
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—Estamos con usted —respondieron sus consejeros—. Haga lo que mejor le parezca.
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Entonces el rey salió de inmediato junto con todos los de su casa. No dejó a nadie excepto a diez de sus concubinas para que cuidaran el palacio.
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Así que el rey y toda su gente salieron a pie, y se detuvieron en la última casa
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a fin de que los hombres del rey pasaran al frente.
Había seiscientos hombres de Gat que habían venido con David, junto con los guardaespaldas del rey.
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Después el rey se dio vuelta y le dijo a Itai, un líder de los hombres de Gat:
—¿Por qué vienes con nosotros? Vuelve al rey Absalón porque tú eres un huésped en Israel, un extranjero en el exilio.
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Llegaste hace poco, ¿debería forzarte a vagar con nosotros? Ni siquiera sé a dónde iremos. Regresa y llévate contigo a tus parientes, y que el Señor
te muestre su amor inagotable y su fidelidad.
21
Pero Itai le respondió al rey:
—Juro por el Señor
y por el rey que iré dondequiera que mi señor el rey vaya, sin importar lo que pase, ya sea que signifique la vida o la muerte.