20
De inmediato David se levantó del suelo, se lavó, se puso lociones
y se cambió de ropa. Luego fue al tabernáculo a adorar al Señor
y después volvió al palacio donde le sirvieron comida y comió.
21
Sus consejeros estaban asombrados.
—No lo entendemos —le dijeron—. Mientras el niño aún vivía, lloraba y rehusaba comer. Pero ahora que el niño ha muerto, usted terminó el duelo y de nuevo está comiendo.
22
—Ayuné y lloré —respondió David— mientras el niño vivía porque me dije: “Tal vez el Señor
sea compasivo conmigo y permita que el niño viva”.
23
Pero ¿qué motivo tengo para ayunar ahora que ha muerto? ¿Puedo traerlo de nuevo a la vida? Un día yo iré a él, pero él no puede regresar a mí.
24
Luego David consoló a Betsabé, su esposa, y se acostó con ella. Entonces ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y David
lo llamó Salomón. El Señor
amó al niño
25
y mandó decir por medio del profeta Natán que deberían llamarlo Jedidías (que significa «amado del Señor
») como el Señor
había ordenado.
26
David conquista Rabá
Mientras tanto, Joab luchaba contra la ciudad de Rabá, la capital de Amón, y tomó las fortificaciones reales.
27
Entonces Joab envió mensajeros a David para decirle: «He peleado contra Rabá y he capturado el suministro de agua.
28
Ahora traiga al resto del ejército y tome la ciudad; de lo contrario, yo seré quien la conquiste y reciba el reconocimiento por la victoria».
29
Entonces David reunió al resto del ejército y fue a Rabá, peleó contra la ciudad y la tomó.
30
David quitó la corona de la cabeza del rey
y la colocaron sobre la de él. La corona estaba hecha de oro con gemas incrustadas y pesaba treinta y cuatro kilos.
Además, David se llevó un enorme botín de la ciudad.