15
Entonces llamó David a uno de los jóvenes, y le dijo: Llega, y mátalo. Y él lo hirió, y murió.
16
Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues que tu boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido del SEÑOR.
17
Y endechó David a Saúl y a Jonatán su hijo con esta endecha.
18
(Dijo también que enseñasen el arco a los hijos de Judá. He aquí así está escrito en el libro del derecho):
19
¡La gloria de Israel, muertos sobre tus collados! ¡Cómo han caído los valientes!
20
No lo denunciéis en Gat, no deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.
21
Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; porque allí fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite.
22
Sin sangre de muertos, sin grosura de valientes, la saeta de Jonatán nunca volvió atrás, ni la espada de Saúl se tornó vacía.
23
Saúl y Jonatán, amados y queridos en su vida, en su muerte tampoco fueron apartados. Más ligeros que águilas, más fuertes que leones.
24
Hijas de Israel, llorad sobre Saúl, que os vestía de escarlata en sus fiestas, que adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro.
25
¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas!
26
Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce; más maravilloso me fue tu amor, que el amor de las mujeres.
27
¡Cómo han caído los valientes, y perecieron las armas de guerra!