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Sin embargo, el rey de Asiria mandó desde Laquis a su comandante en jefe, a su comandante de campo y a su jefe del Estado Mayor
con un enorme ejército para enfrentar al rey Ezequías en Jerusalén. Los asirios tomaron posición de batalla junto al acueducto que vierte el agua en el estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan
telas.
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Mandaron llamar al rey Ezequías, pero el rey envió a tres funcionarios a recibirlos: Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino.
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Senaquerib amenaza a Jerusalén
Entonces el jefe del Estado Mayor del rey asirio les dijo que le transmitieran a Ezequías el siguiente mensaje:
«El gran rey de Asiria dice: ¿En qué confías que te da tanta seguridad?
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¿Acaso crees que simples palabras pueden sustituir la fuerza y la capacidad militar? ¿Con quién cuentas para haberte rebelado contra mí?
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¿Con Egipto? Si te apoyas en Egipto, será como una caña que se quiebra bajo tu peso y te atraviesa la mano. ¡El faraón, rey de Egipto, no es nada confiable!
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»Tal vez me digas: “¡Confiamos en el Señor
nuestro Dios!”; pero ¿no es él a quien Ezequías insultó? ¿Acaso no fue Ezequías quien derribó sus santuarios y altares, e hizo que todos en Judá y en Jerusalén adoraran solo en el altar que hay aquí, en Jerusalén?
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»¡Se me ocurre una idea! Llega a un acuerdo con mi amo, el rey de Asiria. Yo te daré dos mil caballos, ¡si es que puedes encontrar esa cantidad de hombres para que los monten!
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Con tu pequeño ejército, ¿cómo se te ocurre desafiar siquiera al contingente más débil de las tropas de mi amo, aunque contaras con la ayuda de los carros de guerra y sus conductores de Egipto?
25
Es más, ¿crees que hemos invadido tu tierra sin la dirección del Señor
? El Señor
mismo nos dijo: “¡Ataquen esta tierra y destrúyanla!”».
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Entonces tanto Eliaquim, hijo de Hilcías, como Sebna y Joa le dijeron al jefe del Estado Mayor asirio:
—Por favor, háblanos en arameo porque lo entendemos bien. No hables en hebreo,
porque oirá la gente que está sobre la muralla.
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Pero el jefe del Estado Mayor de Senaquerib respondió:
—¿Ustedes creen que mi amo les envió este mensaje solo a ustedes y a su amo? Él quiere que todos los habitantes lo oigan porque, cuando sitiemos a esta ciudad, ellos sufrirán junto con ustedes. Tendrán tanta hambre y tanta sed que comerán su propio excremento y beberán su propia orina.