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Estos hombres le dieron al sumo sacerdote Hilcías el dinero que habían recaudado los levitas que servían como porteros en el templo de Dios. Las ofrendas las traían la gente de Manasés, de Efraín y los que quedaban de Israel; al igual que la gente de todo Judá, de Benjamín y de Jerusalén.
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El sumo sacerdote les confió el dinero a los hombres designados para supervisar la restauración del templo del Señor
. A su vez ellos pagaban a los trabajadores que hacían las reparaciones y la renovación del templo.
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Contrataron carpinteros y constructores, los cuales compraban piedras labradas para las paredes y madera para las vigas y los soportes. Restauraron lo que los reyes anteriores de Judá habían permitido que cayera en ruinas.
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Los obreros servían fielmente bajo el liderazgo de Jahat y Abdías, levitas del clan de Merari, y de Zacarías y Mesulam, levitas del clan de Coat. Otros levitas, todos músicos hábiles,
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quedaron encargados de los trabajadores de los diversos oficios. Incluso otros ayudaban como secretarios, oficiales y porteros.
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Hilcías descubre la ley de Dios
Mientras sacaban el dinero recaudado en el templo del Señor
, el sacerdote Hilcías encontró el libro de la ley del Señor
que escribió Moisés.
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Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor
!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán.
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Safán llevó el rollo al rey y le informó: «Sus funcionarios están haciendo todo lo que se les asignó.
17
El dinero que se recaudó en el templo del Señor
ha sido entregado a los supervisores y a los trabajadores».
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Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.
19
Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación.