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Cambio de planes de Pablo
Podemos decir con confianza y con una conciencia limpia que, en todos nuestros asuntos, hemos vivido en santidad
y con una sinceridad dadas por Dios. Hemos dependido de la gracia de Dios y no de nuestra propia sabiduría humana. Esa es la forma en que nos hemos comportado ante el mundo y en especial con ustedes.
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Nuestras cartas fueron transparentes, y no hay nada escrito entre líneas ni nada que no puedan entender. Espero que algún día nos entiendan plenamente,
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aunque por ahora no nos entiendan. Entonces, en el día que el Señor Jesús
regrese, estarán orgullosos de nosotros de la misma manera que nosotros estamos orgullosos de ustedes.
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Como estaba tan seguro de su comprensión y confianza, quise darles una doble bendición al visitarlos dos veces:
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primero de camino a Macedonia, y otra vez al regresar de Macedonia.
Luego podrían ayudarme a seguir mi viaje a Judea.
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Tal vez se pregunten por qué cambié de planes. ¿Acaso piensan que hago mis planes a la ligera? ¿Piensan que soy como la gente del mundo que dice «sí» cuando en realidad quiere decir «no»?
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Tan cierto como que Dios es fiel, nuestra palabra a ustedes no oscila entre el «sí» y el «no».
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Pues Jesucristo, el Hijo de Dios, no titubea entre el «sí» y el «no». Él es aquel de quien Silas,
Timoteo y yo les predicamos, y siendo el «sí» definitivo de Dios, él siempre hace lo que dice.
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Pues todas las promesas de Dios se cumplieron en Cristo con un resonante «¡sí!», y por medio de Cristo, nuestro «amén» (que significa «sí») se eleva a Dios para su gloria.
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Es Dios quien nos capacita, junto con ustedes, para estar firmes por Cristo. Él nos comisionó
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y nos identificó como suyos al poner al Espíritu Santo en nuestro corazón como un anticipo que garantiza todo lo que él nos prometió.