2
Y aconteció que desde el día que llegó el arca á Chîriath-jearim pasaron mucho días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.
3
Y habló Samuel á toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis á Jehová, quitad los dioses ajenos y á Astaroth de entre vosotros, y preparad vuestro corazón á Jehová, y á sólo él servid, y os librará de mano de los Filisteos.
4
Entonces los hijos de Israel quitaron á los Baales y á Astaroth, y sirvieron á solo Jehová.
5
Y Samuel dijo: Juntad á todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros á Jehová.
6
Y juntándose en Mizpa, sacaron agua, y derramáronla delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel á los hijos de Israel en Mizpa.
7
Y oyendo los Filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los Filisteos contra Israel: lo cual como hubieron oído los hijos de Israel, tuvieron temor de los Filisteos.
8
Y dijeron los hijos de Israel á Samuel: No ceses de clamar por nosotros á Jehová nuestro Dios, que nos guarde de mano de los filisteos.
9
Y Samuel tomó un cordero de leche, y sacrificólo entero á Jehová en holocausto: y clamó Samuel á Jehová por Israel, y Jehová le oyó.
10
Y aconteció que estando Samuel sacrificando el holocausto, los Filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con grande estruendo sobre los Filisteos, y desbaratólos, y fueron vencidos delante de Israel.
11
Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron á los Filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Beth-car.
12
Tomó luego Samuel una piedra, y púsola entre Mizpa y Sen, y púsole por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.