4
Los filisteos montaron su campamento en Sunem, y Saúl reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Gilboa.
5
Cuando Saúl vio al inmenso ejército filisteo, tuvo miedo y se aterrorizó.
6
Entonces le preguntó al Señor
qué debía hacer, pero el Señor
rehusó contestarle ya fuera por sueños o por sorteo sagrado
o por medio de los profetas.
7
Así que Saúl les dijo a sus consejeros:
—Busquen a una mujer que sea médium, para ir y preguntarle qué hacer.
Sus consejeros le respondieron:
—Hay una médium en Endor.
8
Entonces Saúl se disfrazó con ropa común en lugar de ponerse las vestiduras reales y fue a la casa de la mujer por la noche, acompañado de dos de sus hombres.
—Tengo que hablar con un hombre que ha muerto —le dijo—. ¿Puedes invocar a su espíritu para mí?
9
—¿Está tratando de que me maten? —preguntó la mujer—. Usted sabe que Saúl ha expulsado a todos los médiums y a todos los que consultan los espíritus de los muertos. ¿Por qué me tiende una trampa?
10
Pero Saúl le hizo un juramento en el nombre del Señor
y le prometió:
—Tan cierto como que el Señor
vive, nada malo te pasará por hacerlo.
11
Finalmente, la mujer dijo:
—Bien, ¿el espíritu de quién quiere que invoque?
—Llama a Samuel —respondió Saúl.
12
Cuando la mujer vio a Samuel, gritó:
—¡Me engañó! ¡Usted es Saúl!
13
—No tengas miedo —le dijo el rey—. ¿Qué es lo que ves?
—Veo a un dios
subiendo de la tierra —dijo ella.
14
—¿Qué aspecto tiene? —preguntó Saúl.
—Es un hombre anciano envuelto en un manto —le contestó ella.
Saúl se dio cuenta de que era Samuel, y se postró en el suelo delante de él.