3
Durante ese tiempo, Samuel había muerto y todo Israel había hecho duelo por él. Fue enterrado en Ramá, su ciudad natal. Saúl había expulsado del territorio de Israel a todos los médiums y a todos los que consultaban los espíritus de los muertos.
4
Los filisteos montaron su campamento en Sunem, y Saúl reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Gilboa.
5
Cuando Saúl vio al inmenso ejército filisteo, tuvo miedo y se aterrorizó.
6
Entonces le preguntó al Señor
qué debía hacer, pero el Señor
rehusó contestarle ya fuera por sueños o por sorteo sagrado
o por medio de los profetas.
7
Así que Saúl les dijo a sus consejeros:
—Busquen a una mujer que sea médium, para ir y preguntarle qué hacer.
Sus consejeros le respondieron:
—Hay una médium en Endor.
8
Entonces Saúl se disfrazó con ropa común en lugar de ponerse las vestiduras reales y fue a la casa de la mujer por la noche, acompañado de dos de sus hombres.
—Tengo que hablar con un hombre que ha muerto —le dijo—. ¿Puedes invocar a su espíritu para mí?
9
—¿Está tratando de que me maten? —preguntó la mujer—. Usted sabe que Saúl ha expulsado a todos los médiums y a todos los que consultan los espíritus de los muertos. ¿Por qué me tiende una trampa?
10
Pero Saúl le hizo un juramento en el nombre del Señor
y le prometió:
—Tan cierto como que el Señor
vive, nada malo te pasará por hacerlo.
11
Finalmente, la mujer dijo:
—Bien, ¿el espíritu de quién quiere que invoque?
—Llama a Samuel —respondió Saúl.
12
Cuando la mujer vio a Samuel, gritó:
—¡Me engañó! ¡Usted es Saúl!
13
—No tengas miedo —le dijo el rey—. ¿Qué es lo que ves?
—Veo a un dios
subiendo de la tierra —dijo ella.