9
—¡No! —dijo David—, no lo mates. Pues ¿quién quedará inocente después de atacar al ungido del Señor
?
10
Seguro que el Señor
herirá a Saúl algún día, o morirá de viejo o en batalla.
11
¡El Señor
me libre de que mate al que él ha ungido! Pero toma su lanza y la jarra de agua que están junto a su cabeza y ¡luego vámonos de aquí!
12
Entonces David mismo tomó la lanza y la jarra de agua que estaban cerca de la cabeza de Saúl. Luego él y Abisai escaparon sin que nadie los viera ni despertara, porque el Señor
hizo que los hombres de Saúl cayeran en un sueño profundo.
13
David subió la colina del lado opuesto del campamento hasta que estuvo a una distancia segura.
14
Luego les gritó a los soldados y a Abner hijo de Ner:
—¡Despiértate, Abner!
—¿Quién es? —preguntó Abner.
15
—Bueno, Abner, eres un gran hombre, ¿verdad? —se burló David—. En todo Israel, ¿dónde hay uno que sea tan poderoso como tú? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu amo, el rey, cuando alguien entró a matarlo?
16
¡Eso no está nada bien! Juro por el Señor
que tú y tus hombres merecen morir, ¡porque no protegiste a tu amo, el ungido del Señor
! ¡Mira a tu alrededor! ¿Dónde están la lanza del rey y la jarra de agua que estaban junto a su cabeza?
17
Saúl reconoció la voz de David y gritó:
—¿Eres tú, David, hijo mío?
Y David contestó:
—Sí, mi señor el rey.
18
¿Por qué me persigue? ¿Qué hice? ¿Qué delito cometí?
19
Pero ahora que mi señor el rey escuche a su siervo. Si el Señor
lo ha incitado en mi contra, entonces que él acepte mi ofrenda. Pero si esto es solo un plan humano, entonces que los que estén involucrados sean malditos por el Señor
. Pues me han expulsado de mi hogar, y ya no puedo vivir entre el pueblo del Señor
y han dicho: “Ve, rinde culto a dioses paganos”.