5
Cierta noche, David pasó desapercibido al campamento de Saúl para echar un vistazo. Saúl y Abner, hijo de Ner, el comandante del ejército, dormían dentro del círculo formado por sus guerreros, todos bien dormidos.
6
—¿Quién se ofrece a ir conmigo al campamento? —preguntó David a Ahimelec el hitita y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab.
—Yo voy contigo —contestó Abisai.
7
Entonces David y Abisai fueron directo al campamento de Saúl y lo encontraron dormido, con su lanza clavada en tierra junto a su cabeza. Abner y los soldados estaban dormidos alrededor de él.
8
—¡Esta vez, sin duda alguna, Dios te ha entregado a tu enemigo! —le susurró Abisai a David—. Déjame que lo clave en la tierra con un solo golpe de mi lanza; ¡no hará falta darle dos!
9
—¡No! —dijo David—, no lo mates. Pues ¿quién quedará inocente después de atacar al ungido del Señor
?
10
Seguro que el Señor
herirá a Saúl algún día, o morirá de viejo o en batalla.
11
¡El Señor
me libre de que mate al que él ha ungido! Pero toma su lanza y la jarra de agua que están junto a su cabeza y ¡luego vámonos de aquí!
12
Entonces David mismo tomó la lanza y la jarra de agua que estaban cerca de la cabeza de Saúl. Luego él y Abisai escaparon sin que nadie los viera ni despertara, porque el Señor
hizo que los hombres de Saúl cayeran en un sueño profundo.
13
David subió la colina del lado opuesto del campamento hasta que estuvo a una distancia segura.
14
Luego les gritó a los soldados y a Abner hijo de Ner:
—¡Despiértate, Abner!
—¿Quién es? —preguntó Abner.
15
—Bueno, Abner, eres un gran hombre, ¿verdad? —se burló David—. En todo Israel, ¿dónde hay uno que sea tan poderoso como tú? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu amo, el rey, cuando alguien entró a matarlo?