9
y le gritó a Saúl:
—¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?
10
Este mismo día puede ver con sus propios ojos que no es verdad. Pues el Señor
lo puso a mi merced allí en la cueva, y algunos de mis hombres me dijeron que lo matara, pero yo le perdoné la vida. Pues dije: “Nunca le haré daño al rey; él es el ungido del Señor
”.
11
Mire, padre mío, lo que tengo en mi mano. ¡Es un pedazo del borde de su manto! Yo lo corté, pero no lo maté. Esto prueba que no intento hacerle daño y que no he pecado contra usted, aun cuando usted me ha estado persiguiendo para matarme.
12
»Que el Señor
juzgue entre nosotros. Tal vez el Señor
lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño.
13
Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño.
14
De todas formas, ¿a quién trata de atrapar el rey de Israel? ¿Debería pasar tiempo persiguiendo a alguien que no vale más que un perro muerto o una sola pulga?
15
Por lo tanto, que el Señor
juzgue quién de nosotros tiene la razón y que castigue al culpable. ¡Él es mi defensor y me rescatará de su poder!
16
Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió:
—¿Realmente eres tú, David, hijo mío?
Enseguida comenzó a llorar
17
y le dijo a David:
—Eres mejor persona que yo, porque has devuelto bien por mal.
18
Es cierto, has sido increíblemente bondadoso conmigo hoy, porque cuando el Señor
me puso en un lugar donde pudiste haberme matado, no lo hiciste.
19
¿Quién otro dejaría ir a su enemigo cuando lo tiene en su poder? Que el Señor
te recompense bien por la bondad que hoy me has demostrado.