8
Después de esto David se levantó, salió de la cueva y dio voces tras Saúl, diciendo: ¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra y se postró.
9
Y dijo David a Saúl: ¿Por qué escuchas las palabras de los hombres, que dicen: "Mira que David procura tu mal"?
10
He aquí, hoy han visto tus ojos que el SEÑOR te ha puesto en mis manos en la cueva en este día; y algunos me dijeron que te matara, pero mis ojos tuvieron piedad de ti, y dije: "No extenderé mi mano contra mi rey, porque es el ungido del SEÑOR."
11
Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano. Puesto que corté la orilla de tu manto y no te maté, reconoce y ve que no hay maldad ni rebelión en mis manos y que no he pecado contra ti, a pesar de que tú acechas mi vida para quitármela.
12
Juzgue el SEÑOR entre tú y yo y que el SEÑOR me vengue de ti, pero mi mano no será contra ti.
13
Como dice el proverbio de los antiguos: "De los malos procede la maldad", pero mi mano no será contra ti.
14
¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?
15
Sea el SEÑOR juez y decida entre tú y yo; que El vea y defienda mi causa y me libre de tu mano.
16
Y sucedió que cuando David acabó de decir a Saúl estas palabras, Saúl dijo: ¿Es ésta tu voz, David, hijo mío? Entonces Saúl alzó su voz y lloró.
17
Y dijo a David: Eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien mientras que yo te he tratado con maldad.
18
Tú has demostrado hoy que me has hecho bien, ya que el SEÑOR me entregó en tu mano y sin embargo no me diste muerte.