3
En el lugar donde el camino pasaba por algunos rediles, Saúl entró en una cueva para hacer sus necesidades. ¡Pero resultó que David y sus hombres estaban escondidos más adentro de esa misma cueva!
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«¡Ahora es tu oportunidad! —los hombres le susurraron a David—. Hoy el Señor
te dice: “Te aseguro que pondré a tu enemigo en tu poder, para que hagas con él lo que desees”». Entonces David se le acercó sigilosamente y cortó un pedazo del borde del manto de Saúl.
5
Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el manto de Saúl.
6
«El Señor
sabe que no debería haberle hecho esto a mi señor y rey —dijo a sus hombres—. Que el Señor
me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey y atacar al ungido del Señor
, porque el Señor
mismo lo ha elegido».
7
Entonces David contuvo a sus hombres y no les permitió que mataran a Saúl.
Después de que Saúl saliera de la cueva para seguir su camino,
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David salió y le gritó:
—¡Mi señor el rey!
Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó hasta el suelo delante de él
9
y le gritó a Saúl:
—¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?
10
Este mismo día puede ver con sus propios ojos que no es verdad. Pues el Señor
lo puso a mi merced allí en la cueva, y algunos de mis hombres me dijeron que lo matara, pero yo le perdoné la vida. Pues dije: “Nunca le haré daño al rey; él es el ungido del Señor
”.
11
Mire, padre mío, lo que tengo en mi mano. ¡Es un pedazo del borde de su manto! Yo lo corté, pero no lo maté. Esto prueba que no intento hacerle daño y que no he pecado contra usted, aun cuando usted me ha estado persiguiendo para matarme.
12
»Que el Señor
juzgue entre nosotros. Tal vez el Señor
lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño.
13
Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño.