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Cuando el niño casi llegaba a donde estaba la flecha, Jonatán gritó: «La flecha está más adelante.
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Rápido, apresúrate, no te detengas». Así que con prisa el niño recogió las flechas y regresó corriendo a su amo.
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El muchacho, por supuesto, no sospechaba nada; solo Jonatán y David entendieron la señal.
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Después Jonatán le dio su arco y sus flechas al niño y le dijo que los regresara a la ciudad.
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En cuanto se fue el niño, David salió de su escondite cerca del montón de piedras
y se inclinó ante Jonatán tres veces, rostro en tierra. Mientras se abrazaban y se despedían, los dos lloraban, especialmente David.
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Finalmente, Jonatán le dijo a David: «Ve en paz, porque nos hemos jurado lealtad el uno al otro en el nombre del Señor
. Él es testigo del vínculo que hay entre nosotros y nuestros hijos para siempre». Después David se fue, y Jonatán regresó a la ciudad.