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Jonatán ayuda a David
En ese momento David huyó de Naiot de Ramá y encontró a Jonatán.
—¿Qué he hecho? —exclamó—. ¿Cuál es mi delito? ¿Cómo ofendí a tu padre para que esté tan decidido a matarme?
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—¡No es cierto! —contestó Jonatán—. No vas a morir. Mi padre siempre me cuenta todo lo que piensa hacer, aun las cosas más pequeñas. Sé que mi padre no me ocultaría algo como esto. ¡Sencillamente no es cierto!
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Entonces David hizo un juramento delante de Jonatán y le dijo:
—Tu padre sabe perfectamente bien acerca de nuestra amistad, por lo tanto, se dijo a sí mismo: “No le diré nada a Jonatán, ¿para qué lastimarlo?”. ¡Pero te juro que estoy a solo un paso de la muerte! ¡Te lo juro por el Señor
y por tu propia alma!
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—Dime cómo puedo ayudarte —exclamó Jonatán.
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—Mañana celebraremos el festival de luna nueva —respondió David—. Siempre he comido con el rey en esa ocasión, pero mañana me esconderé en el campo y me quedaré allí hasta la tarde del tercer día.
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Si tu padre pregunta dónde estoy, dile que pedí permiso para ir a mi casa en Belén para un sacrificio anual que celebra mi familia.
7
Si él dice: «¡Está bien!», sabrás que todo realmente está bien; pero si se enoja y pierde los estribos, sabrás que está decidido a matarme.
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Muéstrame la lealtad de quien juró ser mi amigo —porque hicimos un pacto solemne delante del Señor
— o mátame tú mismo si he pecado contra tu padre. ¡Pero te ruego que no me traiciones entregándome a él!
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—¡Jamás! —exclamó Jonatán—. Tú sabes que si tuviera la menor idea de que mi padre pensara matarte, te lo diría de inmediato.
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Entonces David le preguntó:
—¿Cómo podré saber si tu padre está enojado o no?
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—Ven al campo conmigo —le respondió Jonatán.
Entonces salieron juntos al campo
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y Jonatán le dijo a David:
—Te prometo por el Señor
, Dios de Israel, que para mañana a esta hora, o a más tardar, pasado mañana, hablaré con mi padre e inmediatamente te haré saber qué piensa acerca de ti. Si él habla bien de ti, te lo haré saber.
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Pero si está enojado y quiere matarte, que el Señor
me castigue y aun me mate si no te advierto para que puedas escapar y vivir. Que el Señor
esté contigo como antes estaba con mi padre.
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Y que tú me trates con el fiel amor del Señor
mientras que yo viva. Pero si muero,
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trata a mi familia con este fiel amor, aun cuando el Señor
elimine a todos tus enemigos de la faz de la tierra.
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Entonces Jonatán hizo un pacto solemne con David
diciendo:
—¡Que el Señor
destruya a todos tus enemigos!
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Y Jonatán hizo que David reafirmara su voto de amistad, porque amaba a David tanto como a sí mismo.
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Después Jonatán dijo:
—Mañana celebramos el festival de luna nueva. Te extrañarán cuando vean que tu lugar a la mesa está desocupado.
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Pasado mañana, al atardecer, ve al lugar donde antes te escondiste y espera allí junto al montón de piedras.
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Yo saldré y dispararé tres flechas hacia un lado del montón de piedras, como si estuviera disparándole a un blanco.
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Enseguida enviaré a un niño para que me traiga las flechas. Si oyes que le digo: “Están de este lado”, entonces sabrás, tan cierto como que el Señor
vive, que todo está bien y que no hay ningún problema.
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Pero si le digo: “Ve más lejos, las flechas están más adelante”, significará que tendrás que irte de inmediato, porque es el Señor
quien desea que te vayas.
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Y que el Señor
nos haga cumplir las promesas que nos hicimos el uno al otro, porque él fue testigo de ellas.
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Entonces David se escondió en el campo. Cuando comenzó el festival de luna nueva, el rey se sentó a comer
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en su lugar de siempre, contra la pared, con Jonatán sentado enfrente
y Abner a su lado. Pero el lugar de David estaba desocupado.
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Ese día Saúl no dijo nada acerca de ello, pero pensó: «Algo debe haber hecho que David quedara ceremonialmente impuro».
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Pero cuando el lugar de David siguió desocupado al día siguiente, Saúl le preguntó a Jonatán:
—¿Por qué el hijo de Isaí no vino a comer ni ayer ni hoy?
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Jonatán le contestó:
—David me rogó que lo dejara ir a Belén.
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Me dijo: “Por favor, déjame ir, porque mi familia celebrará un sacrificio. Mi hermano me exigió que estuviera presente. Así que te ruego que me dejes ir a ver a mis hermanos”. Por eso no está a la mesa del rey.
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Entonces Saúl se puso muy furioso con Jonatán.
—¡Tú, estúpido hijo de prostituta!
—lo maldijo—. ¿Acaso piensas que no sé que tú quieres que él sea rey en lugar de ti, para vergüenza tuya y de tu madre?
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Mientras ese hijo de Isaí esté vivo, jamás serás rey. ¡Ahora ve y búscalo para que lo mate!
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—¿Pero por qué tiene que morir? —le preguntó Jonatán a su padre—. ¿Qué ha hecho?