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Estos hombres le dieron a David la misma respuesta. Le dijeron:
—Efectivamente, esa es la recompensa por matarlo.
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Pero cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres, se enojó.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le reclamó—. ¿Qué pasó con esas pocas ovejas que se supone que deberías estar cuidando? Conozco tu orgullo y tu engaño. ¡Solo quieres ver la batalla!
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—¿Qué hice ahora? —contestó David—. ¡Solo hacía una pregunta!
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Entonces caminó hacia otros y les preguntó lo mismo, y recibió la misma respuesta.
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Entonces le contaron a Saúl la pregunta de David, y el rey mandó llamarlo.
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David mata a Goliat
—No te preocupes por este filisteo —le dijo David a Saúl—. ¡Yo iré a pelear contra él!
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—¡No seas ridículo! —respondió Saúl—. ¡No hay forma de que tú puedas pelear contra ese filisteo y ganarle! Eres tan solo un muchacho, y él ha sido un hombre de guerra desde su juventud.
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Pero David insistió:
—He estado cuidando las ovejas y las cabras de mi padre. Cuando un león o un oso viene para robar un cordero del rebaño,
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yo lo persigo con un palo y rescato el cordero de su boca. Si el animal me ataca, lo tomo de la quijada y lo golpeo hasta matarlo.
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Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente!
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¡El mismo Señor
que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo!
Así que Saúl por fin accedió:
—Está bien, adelante. ¡Y que el Señor
esté contigo!