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David era el menor de los hijos. Sus tres hermanos mayores se quedaron con el ejército de Saúl,
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pero David iba y venía para ayudar a su padre con las ovejas en Belén.
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Durante cuarenta días, cada mañana y cada tarde, el campeón filisteo se paseaba dándose aires delante del ejército israelita.
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Un día, Isaí le dijo a David: «Toma esta canasta
de grano tostado y estos diez panes, y llévaselos de prisa a tus hermanos.
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Y dale estos diez pedazos de queso a su capitán. Averigua cómo están tus hermanos y tráeme un informe de cómo les va».
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Los hermanos de David estaban con Saúl y el ejército israelita en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.
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Así que temprano a la mañana siguiente, David dejó las ovejas al cuidado de otro pastor y salió con los regalos, como Isaí le había indicado. Llegó al campamento justo cuando el ejército de Israel salía al campo de batalla dando gritos de guerra.
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Poco tiempo después las fuerzas israelitas y filisteas quedaron frente a frente, ejército contra ejército.
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David dejó sus cosas con el hombre que guardaba las provisiones y se apresuró a ir hacia las filas para saludar a sus hermanos.
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Mientras hablaba con ellos, Goliat, el campeón filisteo de Gat, salió de entre las tropas filisteas. En ese momento, David lo escuchó gritar sus ya acostumbradas burlas al ejército de Israel.
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Tan pronto como las tropas israelitas lo vieron, comenzaron a huir espantadas.