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Elcana tenía dos esposas: Ana y Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no.
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Cada año Elcana viajaba a la ciudad de Silo para adorar al Señor
de los Ejércitos Celestiales y ofrecerle sacrificios en el tabernáculo. Los sacerdotes del Señor
en ese tiempo eran los dos hijos de Elí: Ofni y Finees.
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Cuando Elcana presentaba su sacrificio, les daba porciones de esa carne a Penina y a cada uno de sus hijos.
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Sin embargo, a Ana, aunque la amaba, sólo le daba una porción selecta
porque el Señor
no le había dado hijos.
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De manera que Penina se mofaba y se reía de Ana porque el Señor
no le había permitido tener hijos.
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Año tras año sucedía lo mismo, Penina se burlaba de Ana mientras iban al tabernáculo.
En cada ocasión, Ana terminaba llorando y ni siquiera quería comer.
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«¿Por qué lloras, Ana? —le preguntaba Elcana—. ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás desanimada? ¿Solo por no tener hijos? Me tienes a mí, ¿acaso no es mejor que tener diez hijos?».
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Oración de Ana por un hijo
Una vez, después de comer lo que fue ofrecido como sacrificio en Silo, Ana se levantó y fue a orar. El sacerdote Elí estaba sentado en su lugar de costumbre junto a la entrada del tabernáculo.
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Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al S
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e hizo el siguiente voto: «Oh Señor
de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor
, nunca se le cortará el cabello».
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Mientras Ana oraba al Señor
, Elí la observaba
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y la veía mover los labios. Pero como no oía ningún sonido, pensó que estaba ebria.
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—¿Tienes que venir borracha? —le reclamó—. ¡Abandona el vino!
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—¡Oh no, señor! —respondió ella—. No he bebido vino ni nada más fuerte. Pero como estoy muy desanimada, derramaba ante el Señor
lo que hay en mi corazón.
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¡No piense que soy una mujer perversa! Pues he estado orando debido a mi gran angustia y a mi profundo dolor.
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—En ese caso —le dijo Elí—, ¡ve en paz! Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
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—¡Oh, muchas gracias! —exclamó ella.
Así que se fue, comenzó a comer de nuevo y ya no estuvo triste.
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Nacimiento y dedicación de Samuel
Temprano a la mañana siguiente, la familia se levantó y una vez más fue a adorar al Señor
. Después regresaron a su casa en Ramá. Ahora bien, cuando Elcana se acostó con Ana, el Señor
se acordó de la súplica de ella,
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y a su debido tiempo dio a luz un hijo a quien le puso por nombre Samuel,
porque dijo: «Se lo pedí al Señor
».
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Al año siguiente, Elcana y su familia hicieron su viaje anual para ofrecer sacrificio al Señor
.
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Pero Ana no los acompañó y le dijo a su esposo:
—Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo llevaré al tabernáculo y lo dejaré allí con el Señor
para siempre.
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—Haz lo que mejor te parezca —acordó Elcana—. Quédate aquí por ahora, y que el Señor
te ayude a cumplir tu promesa.
Así que ella se quedó en casa y amamantó al niño hasta que lo destetó.
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Cuando el niño fue destetado, Ana lo llevó al tabernáculo en Silo. Ellos llevaron un toro de tres años
para el sacrificio, una canasta
de harina y un poco de vino.
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Después de sacrificar el toro, llevaron al niño a Elí.
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«Señor, ¿se acuerda de mí? —preguntó Ana—. Soy la mujer que estuvo aquí hace varios años orando al Señor
.
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Le pedí al Señor
que me diera este niño, y él concedió mi petición.
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Ahora se lo entrego al Señor
, y le pertenecerá a él toda su vida». Y allí ellos
adoraron al Señor
.