2
Sabemos que amamos a los hijos de Dios si amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos.
3
Amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar.
4
Pues todo hijo de Dios vence a este mundo de maldad, y logramos esa victoria por medio de nuestra fe.
5
¿Y quién puede ganar esta batalla contra el mundo? Únicamente los que creen que Jesús es el Hijo de Dios.
6
Y Jesucristo fue revelado como el Hijo de Dios por medio de su bautismo en agua y por derramar su sangre en la cruz,
es decir, no mediante agua solamente sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu, quien es la verdad, lo confirma con su testimonio.
7
Por lo tanto, son tres los testigos
8
—el Espíritu, el agua y la sangre— y los tres están de acuerdo.
9
Ya que creemos el testimonio humano, sin duda alguna podemos creer el testimonio de más valor que proviene de Dios; y Dios ha dado testimonio acerca de su Hijo.
10
Todo el que cree en el Hijo de Dios sabe en su corazón que este testimonio es verdadero. Los que no lo creen, en realidad llaman a Dios mentiroso porque no creen el testimonio que él ha dado acerca de su Hijo.
11
Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo.
12
El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.