5
Luego el Señor
le dijo a Moisés: «Dile a Aarón: “Extiende la vara que llevas en la mano sobre los ríos, los canales y las lagunas de Egipto, y haz que aparezcan ranas sobre toda la tierra”».
6
Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, ¡y salieron ranas que cubrieron todo el territorio!
7
Pero los magos pudieron hacer lo mismo con sus artes mágicas, también lograron que aparecieran ranas en la tierra de Egipto.
8
Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les suplicó:
—Rueguen al Señor
que quite las ranas de mí y de mi gente. Yo dejaré salir a su pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor
.
9
—¡Tú fija la hora! —respondió Moisés—. Dime cuándo quieres que ore por ti, por tus funcionarios y por tu gente. Entonces tú y tus casas se librarán de las ranas, y estas quedarán solo en el río Nilo.
10
—Háganlo mañana mismo —dijo el faraón.
—De acuerdo —respondió Moisés—, se hará como has dicho. Entonces sabrás que no hay nadie como el Señor
nuestro Dios.
11
Las ranas se alejarán de ti y de tus casas, de tus funcionarios y de tu gente. Quedarán solamente en el río Nilo.
12
Entonces Moisés y Aarón salieron del palacio del faraón, y Moisés clamó al Señor
acerca de las ranas que le había enviado al faraón.
13
Y el Señor
hizo exactamente lo que Moisés había predicho. Murieron todas las ranas en las casas, en los patios y en los campos.
14
Los egipcios las apilaron en grandes montones, y un hedor insoportable llenó todo el territorio.
15
Pero cuando el faraón vio que había alivio, se puso terco
y se negó a escuchar a Moisés y a Aarón, tal como el Señor
había dicho.