6
Temprano a la mañana siguiente, el pueblo se levantó para sacrificar ofrendas quemadas y ofrendas de paz. Después, todos celebraron con abundante comida y bebida, y se entregaron a diversiones paganas.
7
El Señor
le dijo a Moisés:
—¡Baja ya de la montaña! Tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido.
8
¡Qué pronto se apartaron de la forma en que les ordené que vivieran! Fundieron oro y se hicieron un becerro, y se inclinaron ante él y le ofrecieron sacrificios. Andan diciendo: “Oh Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”.
9
Después el Señor
dijo:
—He visto lo terco y rebelde que es este pueblo.
10
Ahora quítate de en medio, para que mi ira feroz pueda encenderse contra ellos y destruirlos. Después, Moisés, haré de ti una gran nación.
11
Pero Moisés trató de apaciguar al Señor
su Dios.
—¡Oh Señor
! —le dijo—, ¿por qué estás tan enojado con tu propio pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto con tan gran poder y mano fuerte?
12
¿Por qué dejar que los egipcios digan: “Su Dios los rescató con la mala intención de matarlos en los montes y borrarlos de la faz de la tierra”? Abandona tu ira feroz; ¡cambia de parecer en cuanto a ese terrible desastre con el que amenazas a tu pueblo!
13
Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob.
Tú mismo te comprometiste con ellos bajo juramento diciendo: “Haré que sus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y entregaré a sus descendientes toda esta tierra que prometí darles, y ellos la poseerán para siempre”.
14
Entonces el Señor
cambió de parecer en cuanto al terrible desastre con que había amenazado destruir a su pueblo.
15
Enseguida Moisés se dio la vuelta y descendió del monte. Llevaba en sus manos las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto.
Estaban escritas a ambos lados, por delante y por detrás.
16
Estas tablas eran obra de Dios; cada palabra estaba escrita por Dios mismo.
17
Cuando Josué oyó el alboroto del pueblo, que gritaba desde abajo, exclamó a Moisés:
—¡Parece que hay guerra en el campamento!
18
Pero Moisés respondió:
—No, no son gritos de victoria ni lamentos de derrota. Oigo sonidos de celebración.
19
Cuando se acercaron al campamento, Moisés vio el becerro y las danzas, y ardió de enojo. Entonces tiró las tablas de piedra al suelo, las cuales se hicieron pedazos al pie del monte.
20
Tomó el becerro que habían hecho y lo quemó. Luego lo molió hasta hacerlo polvo, lo arrojó al agua y obligó a los israelitas a que la bebieran.
21
Por último, se dirigió a Aarón y le preguntó:
—¿Qué te hizo este pueblo para que lo llevaras a caer en un pecado tan grande?
22
—No te disgustes tanto, mi señor —contestó Aarón—. Tú sabes bien qué mala es esta gente.
23
Ellos me dijeron: “Haznos dioses que puedan guiarnos. No sabemos qué le sucedió a ese tipo, Moisés, el que nos trajo aquí desde la tierra de Egipto”.
24
Así que yo les dije: “Los que tengan joyas de oro, que se las quiten”. Cuando me las trajeron, no hice más que echarlas al fuego, ¡y salió este becerro!
25
Moisés vio que Aarón había permitido que el pueblo se descontrolara por completo y fuera el hazmerreír de sus enemigos.
26
Así que se paró a la entrada del campamento y gritó: «Todos los que estén de parte del Señor
, vengan aquí y únanse a mí». Y todos los levitas se juntaron alrededor de él.