10
Pero tú soplaste con tu aliento,
y el mar los cubrió.
Se hundieron como plomo
en las poderosas aguas.
11
»Oh Señor
, entre los dioses, ¿quién es como tú:
glorioso en santidad,
imponente en esplendor,
autor de grandes maravillas?
12
Levantaste tu mano derecha,
y la tierra se tragó a nuestros enemigos.
13
»Con tu amor inagotable
guías al pueblo que redimiste.
Con tu poder los guías
a tu hogar sagrado.
14
Lo oyen los pueblos y tiemblan;
la angustia se apodera de los que viven en Filistea.
15
Los líderes de Edom están aterrados;
los nobles de Moab tiemblan.
Todos los que viven en Canaán se desvanecen;
16
terror y espanto caen sobre ellos.
El poder de tu brazo
los deja sin vida, como una piedra,
hasta que tu pueblo haya pasado, oh Señor
,
hasta que haya pasado el pueblo que compraste.
17
Tú lo traerás y lo plantarás en tu propio monte,
el lugar, oh Señor
, reservado para tu morada,
el santuario, oh Señor
, que tus manos establecieron.
18
¡El Señor
reinará por siempre y para siempre!».
19
Cuando los carros de guerra, sus conductores y los caballos del faraón entraron al mar, el Señor
hizo que las aguas cayeran con fuerza sobre ellos. ¡Pero el pueblo de Israel había cruzado por en medio del mar, pisando tierra seca!
20
Entonces la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas.