2
Diles a todos los hombres y a todas las mujeres israelitas que pidan a sus vecinos egipcios objetos de plata y de oro».
3
(El Señor
había hecho que los egipcios miraran con agrado al pueblo de Israel. Además, en la tierra de Egipto a Moisés se le consideraba ser un gran hombre, y tanto los funcionarios del faraón como el pueblo egipcio lo respetaban).
4
Así que Moisés le dijo al faraón: «Esto dice el Señor
: “Hoy, a la medianoche, pasaré por el corazón de Egipto.
5
Todo primer hijo varón de cada familia de Egipto morirá, desde el hijo mayor del faraón, el que se sienta en su trono, hasta el hijo mayor de la sirvienta más humilde que trabaja en el molino. Incluso la primera cría de todos los animales morirá”.
6
Entonces se oirá un lamento desgarrador por toda la tierra de Egipto, un lamento como nunca antes hubo ni habrá después.
7
Sin embargo, entre los israelitas habrá tal tranquilidad que ni siquiera un perro ladrará. Entonces sabrán que el Señor
hace una distinción entre los egipcios y los israelitas.
8
Todos los funcionarios de Egipto correrán a buscarme y caerán al suelo ante mí y me suplicarán: “Por favor, vete. ¡Apresúrate! Y llévate a todos tus seguidores”. ¡Sólo hasta entonces me iré!». Luego Moisés, ardiendo de enojo, salió de la presencia del faraón.
9
Ahora bien, ya antes, el Señor
le había dicho a Moisés: «El faraón no los escuchará, así que haré más milagros poderosos en la tierra de Egipto».
10
Moisés y Aarón realizaron esos milagros en presencia del faraón, pero el Señor
endureció el corazón del faraón, y no dejó salir de su territorio a los israelitas.