11
Entonces Jerusalén, por fin a salvo, se llenará de gente y nunca más será maldecida ni destruida.
12
Luego el Señor
enviará una plaga sobre todas las naciones que pelearon contra Jerusalén. Sus habitantes llegarán a ser como cadáveres ambulantes, la carne se les pudrirá. Se les pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en la boca.
13
En aquel día sentirán terror, agobiados por el Señor
con un terrible pánico. Pelearán contra sus vecinos mano a mano.
14
También Judá peleará en Jerusalén. Tomarán las riquezas de todas las naciones vecinas: grandes cantidades de oro, plata y ropa costosa.
15
Esta misma plaga atacará a caballos, mulas, camellos, asnos y demás animales de los campos enemigos.
16
A fin de cuentas, los enemigos de Jerusalén que sobrevivan a la plaga, subirán a Jerusalén cada año para adorar al Rey, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, y para celebrar el Festival de las Enramadas.
17
Toda nación que se niegue a ir a Jerusalén para adorar al Rey, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, no recibirá lluvia.
18
Si el pueblo de Egipto se niega a asistir al festival, el Señor
lo castigará con la misma plaga que envió sobre las otras naciones que se negaron a ir.
19
Egipto y las demás naciones serán castigadas si no van para celebrar el Festival de las Enramadas.
20
En aquel día hasta en los cascabeles del arnés de los caballos se inscribirán estas palabras: Señor
Señor
. Las ollas de cocina en el templo del Señor
serán tan sagradas como los tazones que se usan al lado del altar.
21
De hecho, toda olla de cocina en Jerusalén y Judá será consagrada al Señor
de los Ejércitos Celestiales. Todo el que venga a adorar tendrá plena libertad de usar cualquiera de estas ollas para cocinar sus sacrificios. En aquel día no habrá más comerciantes
en el templo del Señor
de los Ejércitos Celestiales.