4
No sean como sus antepasados que no querían escuchar ni prestar atención cuando los antiguos profetas les dijeron: ‘El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: “Apártense de sus malos caminos y abandonen todas sus prácticas malvadas”’.
5
»”¿Dónde están ahora sus antepasados? Ellos y los profetas murieron hace mucho tiempo.
6
Pero todo lo que dije por medio de mis siervos, los profetas, les ocurrió a sus antepasados, tal como lo dije. En consecuencia, ellos se arrepintieron y dijeron: ‘Hemos recibido lo que merecíamos del Señor
de los Ejércitos Celestiales. Él ha hecho lo que dijo que haría’”».
7
Un hombre entre los arrayanes
Tres meses después, el 15 de febrero,
el Señor
envió otro mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías, nieto de Iddo.
8
En una visión durante la noche, vi a un hombre montado en un caballo rojo que estaba entre unos arrayanes en un pequeño valle. Detrás de él había jinetes en caballos rojos, marrones y blancos.
9
Le pregunté al ángel que hablaba conmigo:
—Mi señor, ¿qué significan estos caballos?
—Te mostraré —me contestó el ángel.
10
Entonces el jinete que estaba entre los arrayanes me explicó: «Son los que el Señor
ha enviado a recorrer la tierra».
11
Entonces los otros jinetes le informaron al ángel del Señor
, que se encontraba entre los arrayanes: «Hemos estado recorriendo la tierra y el mundo entero está en paz».
12
Al escucharlo, el ángel del Señor
elevó la siguiente oración: «Oh Señor
de los Ejércitos Celestiales, durante los últimos setenta años has estado enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo más pasará para que vuelvas a mostrarles compasión?».
13
Entonces el Señor
le habló palabras buenas y consoladoras al ángel que conversaba conmigo.
14
Luego el ángel me dijo: «Proclama este mensaje a gritos para que todos lo oigan: “El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: ‘Mi amor por Jerusalén y el monte Sión es intenso y ferviente.