6
«Yo he aniquilado a muchas naciones
y he devastado las murallas y torres de sus fortalezas.
Las calles ahora están desiertas;
sus ciudades quedan en ruinas silenciosas.
No quedó nadie con vida,
ni siquiera uno.
7
Yo pensé: “¡Seguramente ahora me temerán!
Sin duda, escucharán mis advertencias.
Entonces no necesitaré intervenir otra vez
y destruir sus casas”.
¡Pero no es así! Se levantan temprano
para continuar con sus malas acciones.
8
Por lo tanto, tengan paciencia —dice el Señor
—.
Pronto me levantaré y acusaré a esas naciones malvadas.
Pues he decidido reunir a los reinos de la tierra
y descargar mi más feroz ira y furia sobre ellos.
Toda la tierra será consumida
por el fuego de mi celo.
9
»Entonces purificaré el lenguaje de todos los pueblos,
para que todos juntos puedan adorar al Señor
.
10
Mi pueblo disperso, que vive más allá de los ríos de Etiopía
vendrá a presentar sus ofrendas.
11
En ese día ya no hará falta que sean avergonzados,
porque dejarán de rebelarse contra mí.
Quitaré al orgulloso y al arrogante de entre ustedes;
no habrá más altivez en mi monte santo.
12
Quedarán solo los sencillos y los humildes
porque son ellos quienes confían en el nombre del Señor
.
13
Los del remanente de Israel no harán nada malo;
nunca mentirán ni se engañarán unos a otros.
Comerán y dormirán seguros,
sin que nadie los atemorice».
14
¡Canta, oh hija de Sión;
grita fuerte, oh Israel!
¡Alégrate y gózate con todo tu corazón,
oh hija de Jerusalén!
15
Pues el Señor
quitará su mano de juicio
y dispersará a los ejércitos de tus enemigos.
¡El Señor
mismo, el Rey de Israel,
vivirá en medio de ti!
Por fin, se habrán terminado tus aflicciones
y nunca jamás temerás el desastre.
16
En ese día, la proclama en Jerusalén será:
«¡Ánimo, Sión! ¡No temas!