5
El mar le pertenece, pues él lo creó;
sus manos también formaron la tierra firme.
6
Vengan, adoremos e inclinémonos.
Arrodillémonos delante del Señor
, nuestro creador,
7
porque él es nuestro Dios.
Somos el pueblo que él vigila,
el rebaño a su cuidado.
¡Si tan solo escucharan hoy su voz!
8
El Señor
dice: «No endurezcan el corazón como Israel en Meriba,
como lo hizo el pueblo en el desierto de Masá.
9
Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia,
a pesar de haber visto todo lo que hice.
10
Durante cuarenta años estuve enojado con ellos y dije:
“Son un pueblo cuyo corazón se aleja de mí;
rehúsan hacer lo que les digo”.
11
Así que en mi enojo juré:
“Ellos nunca entrarán a mi lugar de descanso”».