2
Antes de que nacieran las montañas,
antes de que dieras vida a la tierra y al mundo,
desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios.
3
Haces que la gente vuelva al polvo con solo decir:
«¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!».
4
Para ti, mil años son como un día pasajero,
tan breves como unas horas de la noche.
5
Arrasas a las personas como si fueran sueños que desaparecen.
Son como la hierba que brota en la mañana.
6
Por la mañana se abre y florece,
pero al anochecer está seca y marchita.
7
Nos marchitamos bajo tu enojo;
tu furia nos abruma.
8
Despliegas nuestros pecados delante de ti
—nuestros pecados secretos— y los ves todos.
9
Vivimos la vida bajo tu ira,
y terminamos nuestros años con un gemido.
10
¡Setenta son los años que se nos conceden!
Algunos incluso llegan a ochenta.
Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas;
pronto desaparecen, y volamos.
11
¿Quién puede comprender el poder de tu enojo?
Tu ira es tan imponente como el temor que mereces.
12
Enséñanos a entender la brevedad de la vida,
para que crezcamos en sabiduría.