4
Dios mío, rescátame del poder de los perversos,
de las garras de los crueles opresores.
5
Oh Señor, solo tú eres mi esperanza;
en ti he confiado, oh Señor
, desde mi niñez.
6
Así es, estás conmigo desde mi nacimiento;
me has cuidado desde el vientre de mi madre.
¡Con razón siempre te alabo!
7
Mi vida es un ejemplo para muchos,
porque tú has sido mi fuerza y protección.
8
Por eso nunca puedo dejar de alabarte;
todo el día declaro tu gloria.
9
Y ahora, en mi vejez, no me hagas a un lado;
no me abandones cuando me faltan las fuerzas.
10
Pues mis enemigos murmuran contra mí
y juntos confabulan matarme.
11
Dicen: «Dios lo ha abandonado.
Vayamos y agarrémoslo,
porque ahora nadie lo ayudará».
12
Oh Dios, no te quedes lejos;
Dios mío, por favor, apresúrate a ayudarme.
13
Trae deshonra y destrucción a los que me acusan;
humilla y avergüenza a los que quieren hacerme daño.
14
Seguiré con la esperanza de tu ayuda;
te alabaré más y más.