3
Mis enemigos me gritan,
me lanzan perversas amenazas a viva voz.
Me cargan de problemas
y con rabia me persiguen.
4
Mi corazón late en el pecho con fuerza;
me asalta el terror de la muerte.
5
El miedo y el temblor me abruman,
y no puedo dejar de temblar.
6
Si tan solo tuviera alas como una paloma,
¡me iría volando y descansaría!
7
Volaría muy lejos,
a la tranquilidad del desierto.
Interludio
8
Qué rápido me escaparía
lejos de esta furiosa tormenta de odio.
9
Confúndelos, Señor, y frustra sus planes,
porque veo violencia y conflicto en la ciudad.
10
Día y noche patrullan sus murallas para cuidarla de invasores,
pero el verdadero peligro es la maldad que hay dentro de la ciudad.
11
Todo se viene abajo;
las amenazas y el engaño abundan por las calles.
12
No es un enemigo el que me hostiga,
eso podría soportarlo.
No son mis adversarios los que me insultan con tanta arrogancia,
de ellos habría podido esconderme.
13
En cambio, eres tú, mi par,
mi compañero y amigo íntimo.